En “América Latina: exilio y literatura”, Julio Cortázar re exiona acerca de la migración forzada, que se representa no solo como experiencia real sino también como argumento literario, resultando ser un “tema universal desde las lamentaciones de un Ovidio o de un Dante Alighieri”, y agrega “el exilio es hoy una constante en la realidad y en la literatura hispanoamericanas, empezando por los países del llamado Cono Sur” (10). Esa “constante” de la que habla el escritor argentino es, de algún modo, parte constitutiva de la historia Latinoamericana. La población argentina, por ejemplo, “se estructuró a partir de corrientes inmigratorias que se sucedieron hasta mediados del siglo XX, momento en que la tendencia se revirtió y el país comenzó a experimentar un proceso de emigración de su población [...]” (Jensen y Yankelevich,“Una aproximación” 339). Si bien, la migración forzada en la Argentina tiene una larga trayectoria que se remonta a los años de la independencia (1810), según la Dirección Nacional de Migraciones desde 1953, “el saldo entre las entradas y las salidas de la población nacional fue negativo, situación en la que con uyeron las crisis económicas y la represión militar” (Balán, “International Migration” 13); aun así, “fue sólo a partir de 1970 cuando el fenómeno adquirió un peso numérico signi cativo” (Jensen y Yankelevich, 400), provocado por la persecución y los crímenes políticos durante la presidencia de María Estela Martínez de Perón (1974-1976) y especialmente después del golpe militar de 1976, momento en que se potenciara la expatriación forzada por razones políticas.

"Notas para una escritura plural del exilio. A propósito de dos films de Fernando Solanas”

Zarco G
2014-01-01

Abstract

En “América Latina: exilio y literatura”, Julio Cortázar re exiona acerca de la migración forzada, que se representa no solo como experiencia real sino también como argumento literario, resultando ser un “tema universal desde las lamentaciones de un Ovidio o de un Dante Alighieri”, y agrega “el exilio es hoy una constante en la realidad y en la literatura hispanoamericanas, empezando por los países del llamado Cono Sur” (10). Esa “constante” de la que habla el escritor argentino es, de algún modo, parte constitutiva de la historia Latinoamericana. La población argentina, por ejemplo, “se estructuró a partir de corrientes inmigratorias que se sucedieron hasta mediados del siglo XX, momento en que la tendencia se revirtió y el país comenzó a experimentar un proceso de emigración de su población [...]” (Jensen y Yankelevich,“Una aproximación” 339). Si bien, la migración forzada en la Argentina tiene una larga trayectoria que se remonta a los años de la independencia (1810), según la Dirección Nacional de Migraciones desde 1953, “el saldo entre las entradas y las salidas de la población nacional fue negativo, situación en la que con uyeron las crisis económicas y la represión militar” (Balán, “International Migration” 13); aun así, “fue sólo a partir de 1970 cuando el fenómeno adquirió un peso numérico signi cativo” (Jensen y Yankelevich, 400), provocado por la persecución y los crímenes políticos durante la presidencia de María Estela Martínez de Perón (1974-1976) y especialmente después del golpe militar de 1976, momento en que se potenciara la expatriación forzada por razones políticas.
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